La adicción es típica en todas las historia de amor basadas en el
encaprichamiento. Todo comienza cuando el objeto de tu adoración te
da una dosis embriagadora y alucinógena de algo que jamás te habías
atrevido a admitir que necesitabas -un cóctel tóxico
sentimental, quizá, de un amor estrepitoso y entusiasmado
arrebatador-. Al poco tiempo empiezas a necesitar deseperadamente esa
atención tan intensa con esa ansia obsesiva típica de un yonqui.
Si no te dan la droga, tardas poco en enfermar, enloquecer y perder
varios kilos ( por no hablar del odio al camello que te ha fomentado
la adicción, pero que ahora se niega a seguirte dando de eso tan
bueno, aunque sabes perfectamente que lo tiene escondido en algún
sitio, ¡maldita sea!, porque antes te lo daba gratis). La fase
siguiente es la de la estupidez y la temblequera en el rincón,
sabiendo que venderías el alma o robarías a tus vecinos con tal de
probar "eso" una sola vez más. Mientras tanto, a tu ser
amado le repeles. Te mira como si no te conociera de nada, como si
jamás te hubiera amado con una pasión fervorosa. Lo irónico del
asunto es que no puedes echarle la culpa. Porque, vamos, mírate
bien; eres un asquito, un ser patético, casi irreconocible ante tus
propios ojos.
Ya se que siempre digo que emipezo a partir de hoy
sábado, 4 de octubre de 2014
martes, 17 de abril de 2012
La responsabilidad es un verdadero asco, por desgracia cuando has pasado la época de los aparatos correctores, la responsabilidad se queda contigo, no puedes escapar, o alguien nos lo hace comprender o sufrimos las consecuencias, aunque la madurez tiene sus ventajas, me refiero a los zapatos bonitos al sexo a no tener padres diciéndote que hacer, eso está muy bien.
martes, 25 de octubre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
En realidad había mucha más nostalgia de la que dejaba entrever en sus manos. Se la racionaba de forma que el lunes hubiera una cantidad tan efímera que al llegar al domingo la hubiera olvidado por completo. Tenía la costumbre de hacerlo de este modo, media lágrima hoy y tres cuartos mañana. Así no mojaba la almohada ni se corría el maquillaje.
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